Oops! Lo hicimos de nuevo

sábado, 29 de noviembre de 2008



En estos momentos críticos con los exámenes finales tan próximos, intento apuradas lecturas críticas a una serie de libros, papers y artículos que me hablan de un tema tan amargamente de moda: crisis económicas. Ojo al plural, porque si bien se dice que la actual crisis es sólo comparable a la de los años treinta, más recientemente ha habido algunas otras, de menor envergadura; pero con raíces sospechosamente similares.
Pero bueno, plagada está la historia de ejemplos que nos muestran cómo no aprendemos de nuestros errores. Y es que es como todo. Por ejemplo, cuando haya acabado los finales, lo que voy a hacer será celebrar que pude pasarlos con cierta decencia, que la “crisis” acabó, y aunque durante la semana de exámenes me voy a repetir que hay ciertas cosas que debería “regular” desde el inicio del próximo ciclo, lo más probable es que muchas de ellas se pierdan en el primer “¡Salud!”.


Hecha la salvedad, en esta entrada quisiera hablar de las similitudes de esta crisis con la crisis asiática de 1997. Iniciada en Tailandia, afectó fuertemente a gran parte de los países asiáticos y algunos otros países emergentes en el mundo. Hay que aclarar que no se manifestó de la misma manera que la crisis subprime. Resumiendo, se trató de una importante reversión en el influjo de capitales extranjeros, con una consecuente depreciación de las monedas domésticas, que dejó al sector privado sin acceso al crédito y cargado de deudas. Mucho se ha discutido acerca de sus causas: ¿se trató de debilidades en los fundamentos y errores de política o se debió a un pánico financiero? Lo cierto es que estos dos enfoques no son excluyentes entre sí. Los inversionistas son al menos un poco más que espíritus animales, por lo que su comportamiento responderá en parte a evidencia de fundamentos deteriorados. Por otro lado, pueden en efecto ser un tanto animales- humanos finalmente -y sobrereaccionar a los débiles fundamentos, agravando la crisis.

Curiosamente, poco antes del estallido de la crisis, en muchos países de Asia se vivía un ambiente de optimismo. Sus elevadas tasas de ahorro e inversión les habían permitido un elevado crecimiento al punto de que el Banco Mundial ya hablaba del “Milagro Asiático”. Qué tal quemada, pues. La llegada, en manada, de capitales extranjeros se tradujo en un boom de inversión. Lamentablemente la productividad no dio para tanto: muchos proyectos de inversión eran poco rentables, lo que significaba riesgos en el repago del financiamiento. Me parece que relacionar esto con la burbuja hipotecaria formada en EE.UU. no es forzar mucho la analogía. Gran parte del éxito económico del país del norte se basó en booms de productividad. La evidencia de que el último boom ha terminado va de la mano de la idea de que el crecimiento de los precios de activos como viviendas por un lado y del nivel de créditos por otro, fueron más que exagerados.
Empero, detrás de las burbujas, subyace el tema del riesgo moral. En el caso asiático y como han afirmado Giancarlo Corsetti et al.[1], los gobiernos enfrentaban presiones políticas para mantener altas tasas de crecimiento, por lo que habían dado garantías a empresas privadas mediante subsidios o políticas preferenciales de crédito. A su vez, el boom crediticio se sustentaba en excesivos préstamos del extranjero gracias a las políticas de liberalización financiera y a la garantía de que los gobiernos buscarían a toda costa mantener tipos de cambio estables respecto al dólar. Asimismo, los bancos internacionales prestaban seguros de que sus deudas estaban directamente garantizadas por eventuales rescates por parte de solícitos gobiernos. En el caso estadounidense, es claro que las políticas de su popular Presidente buscaron estimular la economía, entre otras cosas, promoviendo el crédito barato e inclusivo. Los bancos tenían por descontado el apoyo del gobierno, que se viene haciendo efectivo con el rescate financiero más grande de la historia.

De otro lado, ambas crisis han presentado un alto grado de apalancamiento de las empresas e instituciones financieras. Todas las economías asiáticas afectadas presentaban altos niveles de apalancamiento antes de que se diera la crisis. Por ejemplo, en 1996, el ratio promedio deuda-capital de los grupos económicos top en Corea superaba el 300%. Pero este dato es una broma para los astutos gringos quienes lograron apalancarse incluso a la proporción de 50 a 1. Me pregunto qué pasaría por la cabeza de los reguladores cuando esto ocurría.
En fin, esta nueva y mucho más profunda metida de pata debería verse como el llamado a tomar acciones que busquen evitar o limitar una futura crisis. Basta de apagar incendios y hacer fiesta por ello. Es hora de una verdadera reforma del sistema financiero, que lo haga más transparente y ergo más prudente. Si bien las garantías del gobierno no han de eliminarse por completo, es necesario que su contrapartida sea una mayor regulación a todo el sistema financiero, a fin de eliminar incentivos perversos.

Si hay algún aspecto positivo de estas crisis, es que cuestionan las prácticas establecidas y motivan a pensar qué estuvo mal. Por eso, ahora es cuando los intelectuales y gobernantes deben unir fuerzas para definir el nuevo funcionamiento de la economía mundial, uno en el cual haya mayor correspondencia entre nuestras decisiones y sus consecuencias. Si se deja pasar esta oportunidad, hasta que “mejoren las cosas”, se corre el riesgo de borrar casete en medio de los festejos, otra vez.

[1]Giancarlo Corsetti, Paolo Pesenti y Nouriel Roubini. “The Asian crisis: an overview of the empirical evidence and policy debate” En: Financial Crises: Causes, Contagion and Consequences, Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1999

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En el Fondo es más que sexo

jueves, 30 de octubre de 2008



Sexo en el trabajo: ¿qué hay de nuevo? La satisfacción laboral adquiere un significado diferente –más real- cuando una encuesta hecha en Inglaterra revela que uno de cada cinco tiene relaciones sexuales en la oficina. De acuerdo con ello, no debería sorprendernos la noticia del affair (“choque y fuga” en peruano) que el Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, el francés Dominique “papi lover” Strauss-Kahn, tuvo con una ejecutiva senior de dicha institución. Sin embargo, la polémica no pudo evitarse. Y es que a esta combinación de por sí intricada, habría que añadir un tercer elemento crucial: PODER.


El incidente se dio a conocer por el propio esposo de Piroska Nagy, la ejecutiva en cuestión, quien desde agosto ha dejado el FMI para trabajar en el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. En París se esperaba mantener el secreto mientras durara la investigación respecto a si hubo acoso, favoritismo u otra forma de abuso de poder en esta relación. Empero, el escándalo se hizo público antes de lo que hubieran deseado.


Strauss-Kahn ha salido limpio de la mencionada investigación. No obstante, ha pedido disculpas a sus subordinados y a su complaciente esposa por haber cometido, según sus propias palabras, un serio error de juicio. Y vaya error, pues no solamente pudo haber puesto en peligro su carrera (líder del Partido Socialista de Francia, son conocidas sus aspiraciones a la Presidencia de ese país); sino fundamentalmente una nueva estructura de poder en el mundo.


Sucede que en momentos de crisis profundas como la actual surge un llamado a una reconfiguración del poder. Ante un debilitamiento del orden establecido hay una inevitable lucha de poderes. Desde hace algún tiempo, y ahora último con mayor intensidad, se viene cuestionando el dominio unipolar de Estados Unidos, dando cabida a otros países con altos niveles de desarrollo económico, político y social, como Francia, para tomar su lugar. Es evidente que EE.UU. no está dispuesto a ceder todavía.


La próxima batalla ha de pelearse en tierras estadounidenses el 4 de noviembre. Se trata de una reunión de emergencia en la que se discutirá un nuevo curso para las finanzas en el mundo y a la que acudirán los líderes de las principales economías. Desde ya se conoce que hay diferencias de parecer entre Europa y EE.UU. Para George W. Bush es esencial preservar el compromiso con el libre mercado “que ha elevado los estándares de vida y ayudado a millones de personas a escapar de la pobreza en el mundo”. Por su parte, Nicolás Sarkozy, que además de Francia por ahora también preside la UE, prefiere una nueva forma de capitalismo regulado, ya que “no hay libertad sin regulación y estabilidad”. Las conclusiones de esta reunión nos dirán mucho acerca de hacia dónde se inclina la balanza del poder mundial.



De ahí que para muchos, el destape de la relación de Strauss-Kahn (que al parecer es una raya más en este tigre) vaya mucho más allá de revelar una preocupación por la ética laboral o un puritanismo sexual de gringos hipersensibles al tema a raíz del caso Lewinski. Se trataría más bien de un golpe político de EE.UU., un ataque preventivo para desacreditar a una institución tradicionalmente dominada por Europa, como es el FMI. La respuesta del Fondo ha sido casi un “aquí no pasó nada”, quizás entendible por la urgencia de ocuparse de la crisis económica mundial.


Ah, la política y los conflictos de interés; el sexo tomado como arma en la lucha por poder, ¿qué más hay de nuevo?

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En Halloween: un estreno para no perderse

martes, 28 de octubre de 2008


La pesadilla está por empezar.


Más cartoons como éste en http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/cartoon/

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Así resolvieron la crisis mundial

viernes, 24 de octubre de 2008


No se crea que fue fácil llegar a la raíz del problema.

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La RSE asalta a la prensa (ya era hora)

jueves, 16 de octubre de 2008



La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) está de moda. E inevitablemente, la prensa viste la moda. Para una empresa mediática, la RSE engloba un conjunto de prácticas bastante amplio. La lista incluye informar con la verdad, asegurar un cierto nivel de privacidad y dignidad al público, denunciar lo que anda mal, evitar conflictos de interés y promover el desarrollo social a través sus temas. De acuerdo, probablemente la parte más ictérica de la prensa, que no es poca, se escape por la puerta trasera con la malcriada de la semana a cuestas. Sin embargo, los medios más formalitos parecerían estar cumpliendo sus deberes… ¿o no?

Siendo éste un tema tan extenso, quisiera dedicar estas líneas a uno de los mandamientos de la RSE para los medios: informarás sobre temas que promuevan el desarrollo social. Talvez se pregunten, ¿pero acaso no han estado los temas sociales presentes en los medios desde siempre? Son los diarios los que publican las últimas cifras de pobreza, la radio la que informa sobre una huelga en cierta región del país, los programas de noticias dominicales los que nos conmueven (o al menos lo intentan ávidamente) con algún reportaje sobre la desnutrición infantil, es por Internet que nos enteramos de las consecuencias de un sismo en tiempo real. En efecto, los temas sociales parecen ser el pan de cada día para la prensa. La pregunta es, ¿hasta qué punto es la cobertura precisa, plural e independiente?

El asunto está en que no se trata simplemente de que nos cuenten una historia, por más convincente que ésta sea. El objetivo que persigue la RSE para los medios es lograr una opinión pública informada y conciente de los procesos sociales, generando en ella actitudes proactivas en relación a su entorno. Tamaña responsabilidad no cae en hombros débiles: el poder de la prensa es innegable. Lo que ella informa queda establecido y lo que ignora, no existe. De ahí que la RSE haya dirigido hacia los medios sus poderes de seducción. Hace dos semanas asistí a una de las citas que el periodismo y la RSE tienen cada vez más a menudo. Se trató del conversatorio "Periodismo y Desarrollo Humano - Casos Exitosos en América Latina" que tuvo lugar en la universidad Antonio Ruiz de Montoya. En éste, cuatro periodistas de diferentes ciudades de América Latina nos hablaron del reto que implica para ellos y sus colegas incluir temas de desarrollo social en su agenda, y cómo han sabido enfrentarlo. A continuación, los aspectos a mi parecer más resaltantes del conversatorio.

Ricardo Corredor, representante de la fundación AVINA en Brasil, habló sobre las dificultades del diálogo entre organizaciones de la sociedad civil (OSC) y prensa. Mientras las OSC se quejan de la pobre cobertura que los temas sociales tienen en los medios, estos responden que dichos temas suelen ser muy planos noticiosamente, o sea, ese pan no se vende. Cuando las OSC se lamentan de que las únicas fuentes de los periodistas sean funcionarios del gobierno, ellos rebaten que las OSC no son fuente confiable de información, ¡ouch! Según Corredor, esta relación está llena de desconfianza y prejuicios por ambas partes. Ante ello, AVINA viene trabajando en el desarrollo de estrategias de comunicación con las OSC y motivando constantemente a la prensa a una cobertura más precisa.

Por su parte, la consultora internacional Miriam de Paoli señaló que en la era de la información, el rol del periodista va, paradójicamente, más allá de informar. Según De Paoli, hay que generar valor a partir de la información. Asimismo resaltó que la RSE es una estrategia ganadora para todos. El periodismo que genera valor es el que reconoce los intereses de la sociedad y el que por tanto va a tener una mejor respuesta por parte de ésta que va a repercutir en su rentabilidad.

Este punto fue secundado por Constanza Escobar, periodista colombiana de RCTV, cuando dijo que son precisamente las secciones de los noticieros que más se acercan a la comunidad las que gozan de más rating. Destacó también que su canal viene promoviendo la participación de la audiencia dándole la oportunidad de elegir los temas que el noticiero tratará. Igualmente, una iniciativa de lo más interesante que busca llegar a un público más amplio es la inclusión de temas de desarrollo social en las telenovelas.

El peruano Claudio Zavala, de CNR, finalizó la ronda de exposiciones haciendo énfasis en las relaciones de poder que hay en el entorno mediático. Los dueños de los medios buscan rentabilidad y ello no necesariamente va de la mano con la cobertura de temas de desarrollo social. Es por ello que propuso que la sociedad civil se conformara en un quinto poder que sirva como contrapeso de quienes manejan los medios. En cuanto a los periodistas, instó a un mayor acercamiento a la sociedad, para entender cuáles son sus demandas reales y qué pueden hacer ellos al respecto.

Luego del conversatorio queda la pregunta: ¿cómo puede alguien que no trabaja en prensa aportar su granito de arena? De mil maneras, creo yo. Tomemos por ejemplo el caso de un economista. Dada su (pretendida) sabiduría en temas de desarrollo, este profesional es fuente habitual de información para periodistas. Una comprensión completa, y agregaría, más humana, de los problemas sociales, así como su posterior explicación en un lenguaje entendible (incluso por la abuelita), resulta de muchísima ayuda para los medios. Por otro lado, hoy en día no es necesario estar en planilla de una empresa mediática para tener una comunicación directa con la sociedad. Muestra clara de ello es la proliferación de blogs, como éste, que con mayor o menor éxito logran transmitir ideas certeras o descabelladas a los internautas, que cada vez son más.

Sin embargo, un economista puede trabajar en prensa. Y puede hacerlo ocupando diferentes puestos, no sólo en el rol de periodista sino talvez en la dirección de una empresa mediática. El asunto es que, por su formación, este economista debiera saber que cada actor en este escenario tiene sus propios y distintos intereses. De ahí que los logros que la RSE viene alcanzando no se basan en los espíritus caritativos de quienes trabajan en los medios, sino en saber orientar sus intereses hacia el logro del bienestar común. Creo que no se espera la próxima canonización de nadie en los medios; no obstante, no resulta iluso pensar un futuro en el que la crisis endémica del ande pugne por los titulares en iguales condiciones que la crisis de la bolsa asiática o la crisis del fútbol peruano.

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Y esta vez, ¿podrá sobrevivir el Capitalismo?

jueves, 25 de septiembre de 2008


No es la primera vez que intelectuales y prensa, haciendo uso de sus habilidades de predicción, anuncian el fin del Capitalismo. ¿Le ha llegado su hora, luego de varios siglos, a este siempre controvertido sistema económico? Ésta parece ser la opinión de Alexander Schubert, economista y politólogo chileno, quien la pasada semana nos brindó un poco de su tiempo y sus ideas. Según él, se aproxima una profunda e inevitable transformación del Estado Capitalista. ¿Y nosotros, le creemos?

Antes de precipitarnos a dar respuesta, hagamos un veloz repaso por la historia del Capitalismo. Se asocia el origen de este sistema productivo con el advenimiento de la Revolución Industrial, que permitió un posterior desarrollo de ciertas relaciones sociales, como la sociedad anónima. A nivel intelectual, uno de los pioneros del Capitalismo es indudablemente Adam Smith, quien, con la metáfora de la mano invisible, mostró cómo los instintos naturales y capacidades de hombres libres permiten el cambio y progreso de las sociedades. La maravilla del mercado autorregulado, según Smith, es generada nada menos que por nuestro egoísmo. Desafortunadamente, el asunto no era así de sencillo. Con el tiempo, se pudo comprobar que el mercado por sí solo no era tan maravilloso, al menos no para todos. El sistema coexistía con pobreza y explotación laboral, creando grandes desigualdades sociales.

Entonces entra al escenario Karl Marx y anuncia: “La producción capitalista crea, con la inexorabilidad de una ley natural, su propia negación.” Y con ello profetiza la destrucción del sistema. Pues bien, el Capitalismo entró en crisis más de una vez… y salió de ellas. Una de las más profundas ocurrió en la década de 1930 con la Gran Depresión. Aquí resalta la figura de John M. Keynes, quien insistió en la intervención del gobierno a través de un incremento del gasto para reactivar la economía. Mucho se han criticado las teorías de este economista; lo cierto es que desde entonces, los gobiernos son bienvenidos a intervenir en las economías de sus países. Evidentemente, se han ido desarrollando una extensa gama de formas de intervención que incluye legislación e instituciones regulatorias; que, sin embargo siempre ha dejado lugar para la discreción de los agentes económicos, en grado creciente en los últimos años.


Pero el Capitalismo de hoy tiene una cara distinta a la de sus inicios. La proliferación de sociedades anónimas -y la posibilidad de dividir la propiedad por acciones- permitió la aparición del capital ficticio, o capital virtual, como lo llama Schubert. En contraposición al capital productivo o real, por ejemplo una máquina, el capital ficticio se representa en títulos de propiedad sobre ese capital productivo, como las acciones, bonos, etc. Estos títulos se transan en un mercado distinto, dando la apariencia de que el capital existe dos veces. En este mercado muy particular, los activos financieros se valoran de manera independiente a su contrapartida real, en principio, en función a la promesa de rentabilidad de los activos productivos que representan. Sin embargo, la época en que el valor de una acción estaba basado en el dividendo que pagaba ha pasado. Hoy importan los estados financieros de las empresas, indicador que ha probado ser muy incierto. Ello ha permitido el incremento de transacciones especulativas, generándose una impresionante acumulación de riqueza. El volumen de transacciones en el mercado de capitales, y más aún en el mercado de derivados, supera grandemente el producto mundial.

Tanta riqueza no debería sonar mal. El problema está en que estos activos financieros son símbolos, y como tales su valor depende de la confianza que se tenga en su correspondencia con el capital real. Si esta confianza se pierde, los activos dejan de ser comercializables y su valor se va en picada. Pero este fenómeno no es reciente. Podríamos remontarnos a la Holanda del siglo XVII y el ejemplo de burbuja especulativa de los tulipanes. Esta flor de colores tan variados y llamativos empezó a ser crecientemente apreciada por la sociedad europea de la época. Como consecuencia, su precio subió de manera exorbitante, formándose un activo y lucrativo mercado de bulbos de tulipán. Empero, unos años después, algunos comerciantes empezaron a detectar que la moda de los tulipanes, como suele ocurrir, iba finalizando. Decidieron que lo mejor era vender y salir pronto. Como el pánico es más contagioso que cualquier resfrío, explotó la burbuja y el valor de la bella flor se fue por el inodoro, junto con muchos vendedores y compradores.

Da la impresión que la novela se repite una vez más. Hay, no obstante, una diferencia, según señaló Hyman Minsky hace algunas décadas. Las burbujas de hoy no son más que el resultado de un problema estructural del sistema capitalista actual. El verdadero culpable sería, según este economista, la excesiva confianza capitalista de que los mercados pueden manejar el riesgo, trasladándolo a aquéllos mejor preparados para soportarlo y de que las fuerzas de mercado pueden disciplinar la toma de decisiones. Es así que los últimos capítulos de la novela de Wall Street han demostrado que el riesgo no fue adecuadamente gestionado; gran parte de éste fue a parar a inversionistas institucionales por medio de la compra activos como los relacionados con las hipotecas subprime, que ni siquiera estuvieron a la altura que los tulipanes tuvieron antaño.

Citando la franqueza con que hace algunos años se expresó Alan Greenspan, entonces presidente de la FED, “¡El capitalismo no está funcionando! Ha habido una corrupción del sistema capitalista”. Y volviendo a la pregunta que planteé al inicio, ¿cómo hacemos? ¿Es mejor remendar el modelo porque aún está bueno o de plano desecharlo porque el pobre ya no da para más? (Felizmente la globalización quitó la posibilidad de regalárselo a los pobres). En realidad no importa mucho lo que yo pueda pensar, no trabajo en el gobierno de un país influyente y no tengo dinero para invertir en bolsa. Pero, por lo pronto, lo que estos agentes en EE.UU. están haciendo es pedir a sus contribuyentes y a las empresas que no cotizan, que inviertan en los bancos que han tocado fondo, ciertamente una propuesta no muy feliz. Se avizora además mayor regulación y transparencia contable. Habrá que sincerar balances, dice Schubert, no sólo de bancos, sino de todo tipo de empresas. “¿Y qué pasará después Sr. Schubert?” “No sé” La buena noticia, dice, es que entramos a una época atractiva para quienes quieren pensar. Sí pues, pero para nadie más.

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El Tesoro Americano tiene nueva hotline

sábado, 20 de septiembre de 2008

Un poco de humor es siempre bienvenido en tiempos de crisis, sobre todo cuando aún no nos pega.

For a bailout, press one...

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